domingo, febrero 26, 2012

ADAPTARSE A LOS MALOS TRATOS


El maltrato continuado genera en la mujer un proceso patológico de adaptación. Es el síndrome de la indefensión aprendida denominada también de desesperanza inducida. Es una situación o condición psicológica en la cual una persona aprende a creer que está indefensa, que no tiene ningún control sobre la situación en la que se encuentra y que cualquier cosa que haga es inútil. Como resultado de un proceso continuado y sistemático de violencia, la mujer permanece pasiva frente a una situación tan gigantesca como dolorosa y dañina, que incluso cuando dispone de la posibilidad de cambiar tales circunstancias permanece impasible y acepta con resignación lo que considera le ha tocado vivir.
En esta situación no hay ninguna resistencia al agresor por parte de la victima, con lo cual, este reafirma su posición de control, abuso y violencia, su posición de superioridad y dominio aunque desde fuera se interprete como que la situación real no es tan mala y son muchas las víctimas de maltrato condenadas a oír, cómo se les cuestiona por el hecho de seguir junto a sus agresores.
Desconocer la complejidad del tema, impide comprender qué ocurre en la mente de las personas sometidas a una violencia mantenida. En psicología se conoce este síndrome como una “adaptación psicológica”, la única salida posible que encontraron las víctimas para procesar tanto dolor acumulado. Cuando se ha sufrido violencia - en cualquiera de sus manifestaciones - ciertas situaciones se presentan como “sin remisión” y antes que intentar cualquier acción para revertirla, se asumen como tales, en el convencimiento de que ya nada puede hacerse para mejorar dicha realidad y que no hay otra salida que la adaptación.
La forma sistemática en la que se produce el maltrato, la falta de motivos que desencadenan la agresión, la responsabilización, hacen que la mujer se sienta incapaz e impotente para evitar los ataques. Es el más perfecto estado de indefensión, este en el cual la víctima, con toda la carga de su desesperanza, encuentra un modo de adaptarse a la situación, renunciando a cualquier intento de cambio.
Son mecanismos psicológicos internos los que llevan a esto, dando la sensación de que una gran apatía se ha instalado en su vida y lo que es peor, dando la sensación de que sintoniza perfectamente con el maltratador y acepta la agresión como algo natural. Pero no es más que indefensión, situaciones extremas en las que se percibe que la ayuda es prácticamente imposible.

Es la pasividad como defensa. Es el punto álgido de la desesperanza. 
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